Cómo convertir tu ira en fuerza
Este artículo ha sido redactado por Chloe Carmichael, PhD. Chloe Carmichael, PhD, es una psicóloga clínica licenciada que dirige una consulta privada en la ciudad de Nueva York. Con más de una década de experiencia en consultoría psicológica, la Dra. Chloe se especializa en problemas de relaciones, manejo del estrés, autoestima y coaching profesional. También ha impartido cursos de licenciatura en la Universidad de Long Island y ha sido profesora adjunta en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. La Dra. Chloe completó su doctorado en Psicología Clínica en la Universidad de Long Island en Brooklyn, Nueva York y su formación clínica en el Hospital Lenox Hill y el Hospital del Condado de Kings. Está acreditada por la Asociación Americana de Psicología y es autora de “Nervous Energy: Harness the Power of Your Anxiety” y “Dr. Chloe’s 10 Commandments of Dating”.
La mayoría de la gente considera la ira como una emoción negativa, pero es sólo uno de los muchos sentimientos humanos normales. La ira incontrolada puede tener consecuencias negativas en sus relaciones interpersonales y en su calidad de vida. Sin embargo, ser capaz de controlar y canalizar tu ira en una dirección positiva te ayudará a ser más productivo.
Cómo canalizar la ira y la frustración
1) Utiliza la ira para expulsar las emociones reprimidas. Los sentimientos de ira son desagradables. Nos hacen sentir mal. Así que a veces los enterramos en nuestro interior y fingimos que no pasa nada. Pero, como los calcetines húmedos que se dejan en el armario, las emociones reprimidas tienden a empezar a oler. También limitarán tu eficacia como abogado al minar tu energía y ahogar tu creatividad.
“La verdad reprimida se convierte en una verdad contaminada, lo que significa que tiene el hedor de algo que ha pasado su fecha de vencimiento”, escribe la artista y autodenominada chamán Laura Hollick. “La ira nos enseña a abordar nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos a medida que surgen para que no lleguen a este punto de fermentación”.
2) Utiliza la ira para revelar tus puntos débiles. Algunas personas simplemente saben cómo presionar nuestros botones. Se les da bien explotar los puntos débiles. En lugar de arremeter contra ellos, intenta aprovechar estas oportunidades para identificar los puntos vulnerables. ¿Cómo podemos reforzar nuestras defensas personales?
4) Utilizar la ira como motivación. El enfado puede ser una fuerza de empoderamiento. No tiene por qué quemarte, sino que puede iluminar tu camino. Un equipo de investigadores de Harvard descubrió que la ira motiva a las personas a tomar el control de sus vidas.
Cómo canalizar la ira en una pelea
La ira es una emoción difícil de procesar y, para muchas personas, puede convertirse en sentimientos reprimidos o en estallidos violentos. Aunque son difíciles de procesar, las salidas de energía negativas son perjudiciales para los demás y para ti mismo, por lo que es importante hacer todo lo posible para evitarlas. Para evitar que te ensañes con tus seres queridos -ya sea verbal, emocional, física o sexualmente-, prueba estas diferentes maneras de convertir tu ira en energía positiva. No cedas a las formas dañinas de la ira.
Una forma estupenda de convertir tu ira en energía positiva es ser creativo. Ya sea dibujando, moviéndose, cocinando o pintando, hay algo increíblemente poderoso y catártico en crear algo a partir de tu ira. En realidad, es bastante sencillo: en lugar de arremeter contra tus seres queridos o recurrir a sustancias, respira y traslada esa ira a tu creación.
Esto puede ser un poco difícil para algunos, pero es una forma increíble de convertir tu ira. Requiere mucha concentración: haz lo posible por determinar la razón de tu ira y utilízala como un motivador para el cambio en tu vida. Utiliza el enfado como una forma de impulsarte hacia tus objetivos. Quizá estés enfadado porque alguien ha hecho algo “mejor” que tú. En lugar de culpar a los demás, utiliza esta emoción como una forma de mejorar.
Cómo canalizar la ira en el ejercicio
La primera mitad de mi vida la dediqué a estar enfadada, hirviendo en silencio y siempre resentida. Periódicamente explotaba de rabia y luego me consumía la vergüenza por haber perdido el control y gritar palabras de las que nunca podría retractarme.
Y durante mucho tiempo, esa furia ardiente que se desataba en mi interior parecía totalmente justificada. Todo ese amargo resentimiento, bueno, “¿qué más debería sentir?”, gritaban mis pensamientos. Ninguna oportunidad de ser un niño, ningún año de despreocupación, felizmente inconsciente de algunas de las cosas malas que podían ocurrir en la vida. Estaban ahí, todos los días. Me robaron la infancia.
Crecer en un entorno imprevisible e infeliz era lo peor. Lo odiaba, odiaba no poder escapar, y odiaba a todos los implicados porque eran lo suficientemente mayores como para saberlo. Me negaron mi infancia.
Así que, con una nueva racionalidad, aprendí a escuchar mis pensamientos de ira. Escuché el dolor y la tristeza envueltos en cada uno de ellos. Reconocí el daño que mi ira me estaba causando. Me di cuenta de que había sido yo quien había mantenido vivos aquellos acontecimientos y personas que me habían hecho daño, y que sólo yo tenía el poder de decidir que su tiempo había terminado.